Publicado en: 05/11/2021
Los ojos del mundo están puestos en la COP26, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. En este momento, miles de personas se preguntan «¿Qué esperar de la COP26?» Y no es difícil entender el motivo de la pregunta.
Cuando la presidenta de la COP25, la chilena Patrícia Schmidt, cedió la coordinación de los trabajos al presidente de la COP26, el inglés Alok Sharma, en la inauguración de los trabajos de la COP26, no parecía que hubieran pasado dos años entre Madrid y Glasgow, si no fuera por el minuto de silencio y las sentidas condolencias expresadas en solidaridad con los millones de personas que murieron en la pandemia.
El ambiente era de reanudación y Patrícia recordó que, a pesar del interregno, se han hecho muchas cosas en estos dos años: comenzando con la creación de la Alianza por la Ambición Climática para la Neutralización de Carbono, pasando por la inclusión de los océanos en los debates, la no negociabilidad de la ciencia como imperativo y guía de las discusiones, la importancia de los gobiernos subnacionales, el compromiso del sector financiero en el camino hacia reducir las emisiones y otros logros.
Alok, por su parte, mencionó con entusiasmo la adhesión de casi el 80% del sector privado internacional al objetivo de cero emisiones para 2050. Pero fue sombrío en cuanto al gigantesco desafío que propone la COP26: establecer y regular los mecanismos necesarios para que la economía mundial aplique efectivamente las NDC (Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional) como principal métrica de compromiso y compromiso con las «responsabilidades comunes pero diferenciadas» de cada nación.
De hecho, el reto no es pequeño. Desde París, en 2015, las reducciones han sido muy tímidas y se considera que, a este ritmo, no solo no se cumplirá el objetivo de reducir la temperatura global en 1,5 °C para 2050, sino que se corre el riesgo de superar ampliamente los 2 °C.
Las conclusiones del informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), de agosto de 2020, no solo aportaron pruebas irrefutables del efecto antropogénico del calentamiento global, sino que el hasta ahora improbable escenario de la extinción de la vida en el planeta adquirió una sólida evidencia científica.
Por lo tanto, la COP de Glasgow se celebra bajo la bandera de la Ambición, yendo más allá de las NDC previamente acordadas; las Finanzas, asegurando mayores recursos que los USD 100 mil millones acordados de ayuda internacional y la necesidad de regulación del artículo 6 del Acuerdo de París que apunta a la universalización del mercado de carbono y la Regulación delos mecanismos que permitirán la aplicación de las herramientas propuestas por el mismo acuerdo, ya sea en su dimensión normativa o institucional.
Se espera que la reunión de Glasgow se beneficie de la decisión provisional y no vinculante de la reunión del G20, que se cerró al mismo tiempo que la apertura de la Conferencia. Aunque tímida, no deja de ser alentadora al apoyar los objetivos de Glasgow y no imponerle dificultades adicionales.
El G20, en su declaración final, expresa una acción «significativa y efectiva» para limitar el calentamiento global a 1,5°C y reafirma el compromiso «fundamentalmente importante» de neutralizar las emisiones «para mediados de este siglo». El Grupo también reiteró su compromiso de garantizar los100.000 mil millones de dólares de ayuda a los países en desarrollo, pero sin comprometerse a nada más.
Para Brasil, el escenario sigue siendo bastante confuso. Por un lado, el Gobierno (con una grave crisis de reputación) tratará de sacar adelante su apresurado programa de «Crecimiento Verde», en el que participan diez ministerios con el objetivo de postular recursos internacionales para la preservación de los bosques y financiar acciones de descarbonización de la economía. Por otro lado, una fuerte representación de la sociedad civil y de las empresas estará presente con propuestas sólidas que se debatirán en el Brazil Climate Action Hub.
El bochorno que atraviesa el país, que incluye ser el único país del G20 que aumentó sus emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) el año pasado, también pretende ser relativizado por una presencia sustantiva de gobernadores miembros del Consorcio Brasil Verde, que reúne al menos a 22 gobernadores estatales brasileños.
De todos modos, la sociedad brasileña parece estar en sintonía con el escenario más ambicioso de la COP26, presentado al inicio de los trabajos por su presidente.
En el excelente documento elaborado por el Instituto Talanoa y el Centro Clima, con el apoyo del iCS (Instituto Clima y Sociedad) tras un amplio debate con líderes de diversos sectores de la sociedad («Clima y Desarrollo: Visiones para Brasil 2030»), se perfila con fuerza la hoja de ruta para Brasil entre las más ambiciosas reforzadas por los líderes de la COP26.
Los próximos días prometen emociones fuertes, cierta aprensión y mucha esperanza.
Escrito por Ricardo Young
Asesor de Synergia, presidente del Consejo del Instituto Ethos y del IDS (Instituto Desarrollo Sostenible).